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Gipuzkoa renueva su consagración al Sagrado Corazón en el 75.º aniversario del monumento de Urgull

Gipuzkoa renueva su consagración al Sagrado Corazón en el 75.º aniversario del monumento de Urgull

En la solemnidad de Cristo Rey, este domingo 23 de noviembre de 2025, la Diócesis de San Sebastián ha celebrado al mediodía una emotiva Eucaristía en la capilla del monte Urgull, presidida por el obispo, Mons. Fernando Prado Ayuso, con motivo del 75.º aniversario del Monumento al Sagrado Corazón de Jesús. En el transcurso de la celebración se ha renovado, además, la consagración de Gipuzkoa al Sagrado Corazón, realizada por primera vez en 1950 durante la inauguración del monumento.

Una cita diocesana marcada por la fe y la gratitud

La jornada ha estado acompañada por un clima más benigno que en días anteriores: sin lluvia y con una temperatura templada que ha favorecido la participación. Desde una hora antes del inicio de la misa, los primeros fieles comenzaban ya a ocupar los asientos en la la capilla.

Han acudido familias con niños, grupos, parejas, sacerdotes, religiosos y religiosas —entre ellos, las Carmelitas Samaritanas del Corazón de Jesús, con comunidad en Arrate—, así como numerosos devotos del Sagrado Corazón. Algunos han subido a pie hasta lo alto del monte, mientras que otros lo han podido hacer en los vehículos que el Ayuntamiento permitió fletar a la Asociación del Sagrado Corazón para facilitar el acceso a las personas con más dificultad.

Pese a que la ciudad estaba parcialmente cortada al tráfico por la celebración de la maratón, muchos han sido previsores y han llegado con suficiente antelación, convirtiendo la subida a Urgull en un momento de alegría popular.

Bendición de la placa del 75.º aniversario

La celebración ha comenzado en el exterior, junto al monumento, con la bendición de la nueva placa conmemorativa del 75.º aniversario, colocada junto a la que recuerda el 50.º aniversario, celebración que en el año 2000 presidió el entonces obispo de San Sebastián, Mons. José María Setién.

Este gesto ha sido también una ocasión para que los miembros de la Junta del Sagrado Corazón compartieran con el obispo un momento de cercanía y reconocimiento por su labor silenciosa de cuidado del monumento y de difusión de la devoción al Corazón de Jesús.

En este marco se ha rezado igualmente la oración imperativa por la paz y la reconciliación al Sagrado Corazón de Jesús, establecida por mandato del obispo para todas las celebraciones que tengan lugar en el monte Urgull, subrayando así el carácter orante y diocesano de este lugar.

«Dilexit nos»: un monumento que habla de un amor que permanece

En su homilía, Mons. Fernando Prado situó el sentido profundo de la celebración a la luz de la enseñanza reciente de la Iglesia. Comenzó recordando las palabras del Papa Francisco en su última encíclica Dilexit Nos:

«Dilexit nos». «Nos amó». «Maitatu egin gintuen» (Rom 8, 37). Halaxe esan zigun Frantzisko Aita Santuak, bere azken gutun enziklikan.

A partir de esta afirmación, el obispo explicó que lo que se conmemora hoy no es solo una efeméride histórica, sino la memoria viva de un amor que sigue actuando en medio de nuestro pueblo.

Describió la subida al monte como un retorno a casa:

«Hoy hemos subido juntos a este monte Urgull como quien vuelve a una casa familiar: con memoria agradecida, con fe sencilla y con esperanza renovada».

Deteniéndose en el significado del monumento, Mons. Prado subrayó que, más allá de su belleza arquitectónica y su fuerza visual sobre la ciudad, su valor es, ante todo, espiritual:

«Este monumento al Sagrado Corazón, que desde hace 75 años bendice silenciosamente la ciudad y la provincia, no es sólo una construcción histórica ni una preciosa figura que ciertamente embellece el Skyline o el paisaje de la ciudad más bella del mundo que tengo el orgullo y honor hoy de ser su padre y pastor. La estatua es antes que nada un fuerte signo espiritual. Bai, zeinu espiritual sendo bat da. Es una confesión de fe en piedra. Harrizko fedeaitorpena da. Es una imagen poderosa que recuerda —a creyentes y no creyentes— que la última palabra de la historia no es ni el odio, ni la división, ni la indiferencia, sino el amor».

El obispo reconoció también que muchas personas no creyentes acogen con naturalidad este signo en el corazón de la ciudad, mientras que para los creyentes el monumento es «memoria viva de un amor que ha estado presente en nuestras vidas», un amor que «no es una utopía, es una realidad posible» que ha marcado la historia de muchos hombres y mujeres de nuestra tierra.

Año Jubilar y 75.º aniversario de la diócesis

Mons. Fernando recordó que esta celebración se enmarca en un tiempo especialmente significativo:

«Estamos celebrando esta Eucaristía y este momento histórico en un tiempo especial: en el marco del Año Jubilar de la Iglesia universal y también del 75º aniversario de nuestra Diócesis de San Sebastián. Gure elizbarrutiko jubileu urtearen azken txanpan gaude. Monumentuaren 75. Urteurrena eta gure Elizbarrutiarena urte berean ospatzen dugu».

Esta coincidencia —añadió— es como una llamada a «pasar todo esto por el Corazón de Cristo», que es «fuente de renovación, de reconciliación, de fraternidad y de esperanza».

En referencia a los debates suscitados en los últimos meses en torno al monumento, el obispo señaló que, como las olas del mar, «los debates en torno al monumento, cada cierto tiempo, vienen y se van». Y con fina ironía citó a Dalí:

«“De vez en cuando conviene que hablen de uno, ‘aunque sea para bien’”».

Para Mons. Prado, este debate ha servido providencialmente para volver a mirar el monumento con ojos nuevos, renovando la conciencia de que es, para miles de donostiarras y guipuzcoanos, un signo de amor y de paz.

Un corazón que transforma el mundo

Apoyándose de nuevo en la encíclica Dilexit Nos, el obispo recordó el diagnóstico del Papa Francisco sobre nuestro tiempo:

«En la encíclica Dilexit Nos, el Santo Padre Francisco afirma con fuerza que “nuestro tiempo parece haber perdido el corazón, y que cuando falta el corazón, también falta la capacidad de encuentro, de respeto y de convivencia”».

Frente a la autosuficiencia, la fragmentación y la polarización, el Papa —citó el obispo— afirma que:

«El mundo puede cambiar desde el corazón».

Y añadió, siempre siguiendo el magisterio de Francisco:

«Bebiendo de ese amor que nos indica el Corazón de Cristo, “nos volvemos capaces de tejer lazos fraternos, de reconocer la dignidad de cada ser humano y de cuidar juntos nuestra casa común” (Dilexit Nos, 217)».

Desde esa perspectiva, el obispo presentó la tarea de la Iglesia y de los cristianos hoy: construir comunidades donde la fraternidad sea el antídoto frente al olvido del otro, convirtiéndose la Iglesia en «testimonio y profecía de un mundo nuevo, reconciliado, fraterno, en paz».

Tres certezas de fe a los pies del Sagrado Corazón

Desde lo alto de Urgull, con la ciudad y la provincia a los pies, el obispo proclamó tres certezas de la fe cristiana, que quiso dejar impresas en la memoria de los fieles. Con palabras sencillas, afirmó:

  1. «Cristo ama a esta ciudad. La conoce, la acompaña, la guarda. Nos conoce a todos y a cada uno, con nuestra vida a cuestas. Y nos ama a cada uno más allá de toda condición y circunstancia».
  2. «Cristo llama a esta diócesis y a esta Iglesia de Gipuzkoa a la esperanza. El amor es capaz de hacer nuevas todas las cosas, incluso las que todavía no vemos. No solo tenemos un pasado glorioso de fe y obras que contar. Tenemos un maravilloso futuro por construir».
  3. «Cristo nos invita a ser artesanos de la reconciliación y de la fraternidad. No espectadores, sino constructores. Hay renombrados arquitectos que construyen grandes proyectos y cosas. Nosotros estamos llamados a construirlas desde lo pequeño, desde lo más cercano, en una labor de artesanía. Y cuando fallen las fuerzas, miremos a su Corazón. De ahí nos vendrá la gracia y renovaremos las fuerzas para retomar nuevamente el camino».

En el contexto del Año Jubilar, definió este tiempo como una ocasión de «renovación, misericordia, regreso a lo esencial», y pidió al Señor «un corazón nuevo capaz de escuchar, de dialogar, de respetar y de amar».

«Gu pasako gara, baina monumentuak iraungo du»

Mirando al futuro, Mons. Fernando Prado recordó la dimensión histórica —pero no absoluta— de los monumentos:

«Anai-arreba maiteak. Gu pasako gara, baina monumentuak iraungo du. El monumento permanecerá aunque nosotros pasemos. Las personas pasan, la historia y sus monumentos históricos suelen permanecer más en el tiempo, aunque tampoco son eternos».

Lo verdaderamente importante, subrayó, no es que permanezca una estatua en lo alto, sino que «el amor de Cristo quede grabado en el corazón de quienes hemos vivido y aún vivimos aquí». «Hori da, benetan, garrantzitsuena».

Por eso, invitó a que la imagen del Sagrado Corazón —«bella y más decidora que mil palabras»— se imprima en nuestros corazones, transformando la vida, los valores y las obras de quienes han recibido el don de la fe.

Un envío a la ciudad: bajar del monte más fraternos

Al término de la celebración, el obispo deseó que esta subida a Urgull tenga consecuencias concretas en la vida cotidiana de los fieles:

«Que al bajar hoy de este monte, bajemos todos y todas más fraternos, más humildes, más pacificados y más esperanzados».

Desde el Sagrado Corazón, pidió una bendición especial para Donostia y para Gipuzkoa entera, incluyendo expresamente a las autoridades, «acompañando su historia, sanando sus heridas y llenando su futuro de paz».

Tras la misa, algunos de los asistentes se han dirigido a la ikastola Orixe, donde han compartido un aperitivo que ha puesto un broche fraterno a la jornada: un momento sencillo de encuentro que prolonga, en la amistad y la convivencia, lo celebrado en la Eucaristía.

Citando la súplica final que el obispo pronunció en las últimas palabras de su homilía:

«Hala bedi. Horixe da gaur eskatzen dioguna Jesusen Bihotz biguna eta maitagarriari. “Sagrado Corazón de Jesús, ¡en ti confiamos!”. “Jesusen Bihotz Sakratua, zugan dugu konfidantza”».