Viernes Santo
El Viernes Santo se recuerda la crucifixión y muerte de Jesús. Es un momento para reflexionar sobre el sacrificio redentor de Cristo, que, con su muerte en la cruz, nos liberó del pecado y nos abrió las puertas de la salvación.
Ostiral Santua. Viernes Santo.
Celebración de la pasión del Señor.
Catedral Buen Pastor (Donostia).
18 de abril de 2025
Anai-arreba maiteok. Gure Pazkorako bidean, Triduo santu honetan gaur Jesusen Pasioa ospatzen dugu. Gogora ekartzen dugu Jesukristo gure Jaunaren bizitzako bi momentu berezi hauek: bere pasioa eta heriotza. Jesusen gurutzera begira, gureganako maitasun handia ulertzen dugu.
Egun honetan Kristoren gurutzea dugu maisu. Gurutze horretan Kristok berak hitz egiten digu. Berarengan aurkitu dezekegu Jainkoaren ultertzeko zaila den jakinduria.
Queremos dialogar hoy contigo, Señor. Aquí estamos, ante tu cruz. Ayer recordábamos aquel momento especial de despedida con tus discípulos en el que te nos regalaste para siempre en forma de pan y de vino, como alimento para nuestra vida. Al lavarnos los pies, sentimos tu perdón y acogimos tu propuesta de vivir sirviendo a los demás. Ese es tu legado; todo un programa de vida para nosotros. Y aquí apareces hoy ante nosotros, en la cruz. Nos invitas a mirarte en ese lugar de dolor que, paradójicamente, para nosotros los creyentes es signo de salvación. Lo cantaremos seguidamente un año más: “mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo”.
Cada vez que nos santiguamos, tal y como nos enseñaron de niños, recordamos ese signo. Al hacerlo, te decimos, quizá irreflexivamente: somos de los tuyos, Señor. Esa cruz es para nosotros un signo de identidad y de pertenencia. Esa señal nos identifica, aunque a veces se nos hace difícil de digerir, o no acertamos cómo llevarla. Sin duda, tu cruz es un misterio para nosotros. Nadie puede zafarse de la cruz. Así, por un lado, experimentamos que, aunque no nos guste, no podemos seguirte sin abrazarla. Por otro lado, sabemos que al abrazarla, el dolor es menos cuando tú en ella estás. Lo que para muchos no es sino un signo de fracaso, un signo de dolor sin sentido, para nosotros es un signo de victoria sobre el mal, el pecado, la muerte. Detrás de toda cruz, los creyentes vemos tu rostro y, como un bálsamo benéfico, experimentamos el consuelo de sabernos acompañados por ti, incluso en los momentos más difíciles, en esos momentos de incomprensión y sinsentido. A veces es la enfermedad, la pérdida de un ser muy querido, un amigo, tal vez un amor que se perdió, el fracaso de algún proyecto importante, la desconexión con los nuestros, la soledad, la falta de trabajo tal vez… Aunque no podemos evitar el zarpazo del dolor que toda cruz conlleva, experimentamos que contigo, Señor, la cruz es menos cruz.
Zenbat aldiz eman behar dizkiegu eskerrak txikitatik gurutzea gure gainean egitea irakatzi zigutenei ¡Cuánto debemos agradecer que nos enseñaran a comprender el misterio que hay detrás de esta poderosa señal de los cristianos! Detrás de esa señal estás tú, nuestro Señor, nuestro consuelo, nuestra vida, nuestro salvador. Gure bidea, gure egia, gure bizia.
Al contemplarte hoy en la Cruz, nuevamente, nos avergonzamos de nuestra poca generosidad ante tu inmenso amor. Lotsa sentitzen dugu zure maitasun handien aurrean. Tu vida entregada hasta el extremo por nosotros nos interpela. Interpela nuestra a veces pobre y tímida respuesta.
Tu Cruz, por otra parte, Señor, nos recuerda que muchos hermanos nuestros sufren también injustamente, como clavados en la Cruz. Muchos de nuestros hermanos soportan muchas injusticias, muchos abusos de todo tipo. Las cruces ajenas también nos interpelan, claman ante nuestra impasibilidad, ante nuestra quizá falta de sensibilidad o compromiso. Entre tantas situaciones difíciles y tantas cruces que soporta nuestra humanidad, están hoy esas guerras y esos movimientos caóticos de nuestra humanidad que no comprendemos, que nos hablan de fracaso y que parece que nuestros organismos internacionales no acaban de ayudar a superar. El miedo mata también nuestra esperanza. Sí, Señor, detrás de todo esto estás tú clavado en la cruz de la incomprensión y de la injusticia.
Desde lo hondo de nuestro corazón hoy clamamos a ti para decirte: No nos abandones, no nos dejes de la mano. En ti confiamos. Solo tú tienes palabras. Solo en ti encontramos el consuelo que necesitamos.
Desde la Cruz, Señor, tú también nos miras a nosotros. Tu mirada es diferente de la nuestra. Tus brazos extendidos nos invitan al perdón, al amor que tienes por cada uno de nosotros. Entre tus brazos redentores cabe toda la humanidad. Nadie queda excluido de tu amor. No nos echas en cara nuestras culpas, sino que nos abrazas en un abrazo de amor infinito e inmerecido por nuestra parte, un amor que es siempre mucho más grande que nuestro pecado y nuestros miedos.
Gracias, Señor, por tu amor generoso. Gracias por dar sentido a aquello que tantas veces parece un sinsentido. Gracias por acompañarnos en nuestras cruces de cada día. Gracias por tu misericordia, por tu bondad, por ser nuestro amigo.
Queremos acercarnos con unción y con respeto a tu imagen crucificada esta tarde-noche, y reconocer en ella el dolor del mundo, pero queremos encontrar en ella también la salvación que nos muestras y nos ofreces en ella. Así, agarrados de tu mano, contemplamos ahora tu rostro de amor y seguimos adelante, manteniendo fuerte nuestra esperanza, a la espera de celebrar mañana con la mayor de las alegrías, el estupor que provocará en nosotros, en medio de nuestras noches y oscuridades, la siempre nueva gran noticia de tu gloriosa resurrección.
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