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D. Fernando: “Aquí estoy, para hacer tu voluntad”

D. Fernando: “Aquí estoy, para hacer tu voluntad”

Hoy, 2 de febrero, celebramos el día de la Vida Consagrada, Fiesta de la Presentación del Señor. El obispo D. Fernando ha escrito el artículo “Aquí estoy, para hacer tu voluntad” en este día tan señalado.

Queridos diocesanos:

Un año más agradecemos a Dios el don de la vida consagrada. Un don multicolor en carismas, obras y servicios, que es, sin duda, un regalo para nuestra Iglesia de Gipuzkoa y para nuestra sociedad. Celebrar el día de la vida consagrada nos recuerda la fuerza de la llamada de Dios en el corazón de las personas, capaz de cautivar nuestra vida, como sucedió con Jesús, nuestro maestro y Señor, entregado a cumplir la voluntad del Padre. Una llamada que en las personas consagradas resuena vivamente, impulsándolas a vivir enteramente a su servicio y al servicio de la Iglesia con su oración y ese sinfín de obras de caridad y misericordia.

Nuestra diócesis ha sido bendecida con muchas personas consagradas que comparten su vida en comunidad, sintiéndose parte de esta gran familia que somos los creyentes que formamos este pueblo de Dios que peregrina en Gipuzkoa. Este sentimiento de pertenencia se traduce en colaboración en tantas y tantas cosas, al servicio de todos. Por ello es motivo de orgullo y del agradecimiento de todos.

No debemos olvidar que su vida, más allá de lo que hacen o de los variados ministerios y servicios que realizan, es para todos un testimonio por lo que son y representan. Sí. Ellos nos ofrecen “un preclaro testimonio de que el mundo no puede ser transformado ni ofrecido a Dios sin el espíritu de las Bienaventuranzas” (Lumen Gentium, 31). Ellos son testimonio de esa “única cosa necesaria” (Lc 10, 42), de ese dejarlo todo para seguir a Cristo y su Evangelio enteramente.
No puedo menos que dar gracias a Dios de corazón por este don de su bondad. Las comunidades religiosas son también para nosotros testimonio de una comunión posible, más allá de las diferencias de todo tipo que se dan entre sus miembros. La comunidad religiosa es testimonio de ese sueño de comunión que tanta falta nos hace en nuestra polarizada sociedad y en nuestra comunidad cristiana. Sin duda, su vida es un regalo precioso que tenemos que cuidar y apreciar cada día más.
Queridos religiosos y religiosas: os decía el año pasado que “sois los amigos fuertes de Dios en estos tiempos recios, llenos de desafíos y cambios que desafían la Esperanza”.
Convencido de ello, aprecio vuestro testimonio como personas que os habéis consagrado a vivir tratando de encontrar y responder a la voluntad de Dios. Ese es vuestro horizonte, que nos indica a los demás el nuestro. No dejéis de vivir con alegría vuestra consagración, a pesar de la objetiva debilidad de nuestras comunidades. Lo importante es vivir en fidelidad y de eso sabéis mucho. Dios irá indicándonos los caminos. Bien sabemos que “en sus manos están nuestros azares” (M. de Unamuno). Vuestra vida de fidelidad, que dice: “aquí estoy –aquí estamos– para hacer tu voluntad”, es un estímulo para toda la comunidad cristiana, un motivo para caminar en esperanza. Como una luz, los demás descubrimos en vuestra fidelidad y en vuestra respuesta vocacional un motivo para la nuestra.

Hace un par de semanas tuve la suerte de encontrarme con una religiosa que me contó su historia y trayectoria vital personal. Ahora, ya mayor, vive retirada en una de las comunidades de la diócesis, discretamente, sin que a penas nadie sepa nada de ella. Después de cincuenta años en África, volvió a Gipuzkoa, para descansar y vivir los últimos años de su vida, al amparo de una comunidad en la que con las demás hermanas reciben los buenos cuidados que una persona ya algo dependiente necesita. “Nunca he sido una santa, pero no he dejado de entregarme, cada día, con una idea fija con la que oraba a Dios todos los días: que todo lo que haga hoy, Señor, sea para ti y para hacer un mundo mejor”. Igualmente me decía: “Siempre he buscado vivir con lo justo y necesario, quizá con menos de lo necesario”. Es un sencillo testimonio. Esa oración quiero llevarla a la mía todos los días.
¡Cuántas hermanas y hermanos de la vida consagrada tenemos así en nuestra diócesis! Cada vez que nos acercamos a cualquiera de ellas recibimos un testimonio maravilloso de respuesta a una vocación. Gipuzkoa se ha visto bendecida a lo largo de su historia con la vida de las personas consagradas. Algunas de ellas incluso de gran notoriedad pública, que han alcanzado incluso los altares. Otras, la gran mayoría, han vivido y viven esa santidad de forma más anónima, en la humildad de una vida entregada digna de admiración.
Gracias hermanos y hermanas de la vida consagrada por vuestro sí. Gracias por vuestra vida evangélica fecunda, que nos recuerda a todos la fuerza de la llamada. Gracias porque nos acercáis a Jesucristo y al Evangelio. Gracias por vuestra vida común que nos invita a crecer más y más en comunión. La comunidad cristiana de Gipuzkoa y también la sociedad os debe mucho. Estoy convencido de ello: no seríamos los mismos sin vosotros.

El próximo domingo, a las seis de la tarde, nos reuniremos en la catedral del Buen Pastor para dar gracias a Dios por la vida consagrada. Toda la comunidad cristiana está invitada a unirse a la celebración de esta jornada y a orar agradecidos por nuestras hermanas y hermanos. Vaya con estas líneas mi bendición para todos los diocesanos y, en especial, para las personas consagradas y sus comunidades. No dejemos de orar unos por otros. Bendiciones.

In Corde Matris,
+ Fernando
Donostiako Gotzaina

 

Puedes descargar el escrito también en pdf: Aquí estoy, para hacer tu voluntad