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“Nuestros Sacerdotes” (Primera carta pastoral de Mons. Fernando Prado)

“Nuestros Sacerdotes” (Primera carta pastoral de Mons. Fernando Prado)

Bajo el título ‘Nuestros Sacerdotes’, D. Fernando Prado Ayuso ha escrito una Carta Pastoral dirigida al pueblo de Dios que peregrina en Gipuzkoa con motivo de la memoria de San Juan María Vianney (patrón de los sacerdotes).

 

En él, nuestro Obispo subraya lo siguiente:

 

  • Cuando hablo de “mis” sacerdotes, siento admiración y, por ello, quería compartir con toda la comunidad cristiana de Gipuzkoa algo de este sentimiento profundo en el día en que celebramos la memoria del famoso cura de Ars, san Juan María Vianney (1786- 1859).

 

  • Son nuestros pastores, los que cuidan y acompañan al pueblo de Dios día a día en nuestra diócesis, los que nos muestran, con su fe sencilla, que merece la pena entregar todo por el Señor y su Reino, sirviendo a los hermanos.

 

  • Nuestros curas de Gipuzkoa no son perfectos, pero son buenos. Y lo son de verdad. Quieren a la gente y la gente los quiere. Los sacerdotes conocen la vida del Pueblo de Dios desde dentro, sus fatigas y sus alegrías, sus necesidades y su riqueza. Han descubierto que en cuidar y acompañar al pueblo está su vocación.

 

  • Nuestros sacerdotes, como el resto de la comunidad cristiana –también nuestra sociedad–, se van envejeciendo y disminuyendo numéricamente. Aquella cultura cristiana homogénea ha ido dejando paso a un cristianismo menos significativo. Por ello, cada día parece más imprescindible la necesidad de relación e interacción entre todos los miembros de las diferentes formas de vida en el pueblo de Dios.

 

  • El sacerdote ha sido siempre el amigo de la gente más sola, confidente de todos, el hombro sobre el que llorar, el buen consejero y el apoyo cercano en las dificultades. Sí, nuestra diócesis y nuestra sociedad guipuzcoana le debe mucho a nuestros hermanos sacerdotes mayores.

 

  • Ser sacerdote no significa ser tan especial o diferente de los demás. No significa ser portador de un título honorífico, ni ocupar un lugar privilegiado que reivindica su favor. Ser sacerdote significa también dar la batalla por la propia santidad, significa llevar una encomienda que Otro nos ha dado y ponerse a su servicio. Con humildad.

 

  • El ánimo de los sacerdotes no se apoya en consideraciones humanas, ni en ningún plan de trabajo o en un ideal de Iglesia o comunidad concreta a la que ha de servir, sino en el interior de cada uno. Tiene sus raíces en la esperanza teologal, en la promesa de Dios y su fidelidad: «Yo estaré con siempre con vosotros, todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20).

 

  • Pidamos al Señor que nos enseñe que esto de la vocación al ministerio es siempre una vocación al servicio de la comunidad. No es una vocación para destacar o para tener un prestigio que brille a la luz del mundo. Basta con que brille en nuestras comunidades, que sea estimado por todos, que sea querido, deseado, cultivado en nuestras familias y entornos cercanos. Dios nos dará pastores si se lo pedimos. «Dios siempre escucha la oración de su pueblo y ve sus lágrimas» (Is 38, 5). (…). Toda la comunidad cristiana en general es corresponsable a la hora de orar por las vocaciones y fomentarlas en la medida de sus posibilidades.

 

  • Queridos hermanos sacerdotes. (…). El señor, que siempre es el más interesado en llevar sus planes adelante, sigue contando con nosotros, nos renueva en su confianza y nos sigue llamando a cada uno con su vida a cuestas. En medio de pruebas y no pocos desafíos el Señor ha dispuesto para nosotros una misión maravillosa: dar a conocer su nombre. 

 

Encontrarás la Carta Pastoral completa en el siguiente archivo (pdf):