La Diócesis de San Sebastián clausura su año doblemente jubilar con el cierre de la Puerta Santa en la catedral
Este domingo 28 de diciembre de 2025, la Diócesis de San Sebastián ha cerrado solemnemente el Año doblemente jubilar: el Jubileo de la Iglesia universal y, al mismo tiempo, el 75º aniversario de la creación de nuestra Diócesis. La jornada ha estado marcada por dos momentos especialmente significativos: por la mañana, el cierre de la Puerta Santa de Loyola; y ya por la tarde, en el corazón de nuestra Iglesia diocesana, la clausura de la Puerta Santa en la catedral del Buen Pastor, con la que culmina el camino jubilar vivido a lo largo de este año.
Loyola por la mañana: cierre de la Puerta Santa en el Santuario del patrono

A primera hora del día, el obispo de San Sebastián, Mons. Fernando Prado Ayuso, ha presidido en el Santuario de Loyola el rito de clausura de la Puerta Santa, en el hogar de San Ignacio de Loyola, patrono de nuestra Diócesis. Con este gesto, la Iglesia en Gipuzkoa ha querido sellar también en el lugar ignaciano por excelencia la memoria agradecida de un año de gracia y peregrinación.
La catedral del Buen Pastor, centro de la clausura diocesana
A las 19:00 horas, la catedral del Buen Pastor ha acogido la celebración principal de este día: la clausura de la Puerta Santa de la catedral y, con ella, el cierre del doble jubileo.

En un marco plenamente navideño —en la solemnidad de la Sagrada Familia— la diócesis se ha reunido para vivir una tarde de acción de gracias, comunión e impulso misionero.
En sus primeras palabras, el obispo ha saludado a los fieles en euskera y castellano, agradeciendo la presencia de todos en esta celebración solemne: “Eskerrik asko guztioi, hemen izateagatik… Eguberri on eta zorionak. Feliz Navidad para todos y todas que os habéis acercado (…) a celebrar (…) la clausura del año Jubilar”.
Mons. Fernando Prado Ayuso ha recordado además el significado histórico de esta iglesia madre: “Hace 75 años este templo se convirtió en la Iglesia Catedral de la diócesis, cabeza y madre de todas las iglesias de Gipuzkoa”, situando la clausura jubilar en continuidad con el camino diocesano de estas décadas. Y, desde ahí, ha expresado el tono espiritual con el que la comunidad creyente mira el tiempo vivido: “Con el corazón lleno de alegría y gratitud… miramos al pasado con gratitud y al futuro con confianza creyente… Es Dios y no nosotros, quien lleva la historia adelante”.
Un Jubileo bajo el signo de la esperanza: “La esperanza no defrauda”
Este Año Jubilar se ha vivido en comunión con la Iglesia universal, convocado por el papa Francisco bajo el signo de la esperanza en su escrito Spes non confundit (“La esperanza no defrauda”). En la diócesis, la peregrinación —y de modo especial el paso por la Puerta Santa— ha sido un signo elocuente de una actitud interior: hacer pasar la vida por la “puerta de la esperanza”.

A lo largo de estos meses, el itinerario jubilar ha invitado a redescubrir actitudes esenciales del discípulo de Cristo: caminar como peregrinos, reconciliarnos con Dios, orar por la Iglesia y por las intenciones del Santo Padre, y vivir unidos al Señor en las obras, de manera concreta, en las obras de misericordia. La clausura celebrada este domingo recoge todo ese camino y lo proyecta hacia delante.
“Al cerrar… no cerramos un tiempo de gracia”
En el corazón de su homilía, el obispo ha subrayado con claridad que el gesto de clausura no significa “terminar” lo que Dios ha regalado en este año. Al contrario, ha señalado el verdadero sentido espiritual de este momento: “Al cerrar hoy la Puerta Santa jubilar no cerramos un tiempo de gracia. Más bien lo que hacemos es «sellarlo en el corazón» para llevarlo a la vida”.
Desde esa convicción, Mons. Fernando Prado Ayuso ha animado a la diócesis a continuar “caminando juntos”, con la certeza de que el Señor permanece fiel: Cristo, el Emmanuel, “Dios con nosotros”. Recordando su promesa, ha citado: “yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Para el obispo, esa promesa es el fundamento más firme de la esperanza: “No existe fundamento más sólido para la esperanza que sabernos habitados y encendidos por esa promesa fiel”.

Y, con mirada realista sobre el mundo herido, ha afirmado que los signos del amor de Dios no quedan apagados por las sombras de nuestro tiempo: “no son más débiles que las dificultades, ni quedan eclipsados por las guerras, los conflictos o las rupturas de la convivencia; al contrario, resplandecen con más fuerza”.
Navidad y Sagrada Familia: una llamada a cuidar la vida y vivir la fe en lo cotidiano
Celebrar la clausura en el tiempo de Navidad ha dado un marco muy significativo a la liturgia. El obispo ha recordado que Dios entra en la historia “no desde el poder”, sino desde la ternura: “La Palabra nos recuerda que Dios ha querido entrar en nuestra historia no desde el poder, sino desde la ternura de un Niño”, confiado al cuidado de una familia “vulnerable y creyente”. Desde el belén —ha dicho— escuchamos también una llamada: cuidar la vida, especialmente la más frágil, y vivir la fe en lo cotidiano “de forma sencilla”, como la Sagrada Familia.
“¡Es la hora del amor!”: pasar por la Puerta para salir al encuentro
En uno de los pasajes centrales, Mons. Fernando ha unido el signo de la Puerta Santa con una llamada explícita a la renovación y a la misión. Recordando una expresión del Papa León XIV, ha proclamado: «¡Es la hora del amor!», proclamó el Papa León en su primera homilía al comienzo de su ministerio”.
Desde ahí, el obispo ha afirmado con fuerza el sentido del paso por la Puerta Santa: “Él es el camino y es la puerta. Es la puerta del amor por la que estamos llamados a pasar todos”. Pasar por esa puerta —ha explicado— significa disponerse a “nacer de nuevo”, renovarse y entrar en el proyecto del amor que comienza en lo pequeño de cada día y puede transformar la vida personal, los entornos cercanos y la sociedad.

Y ha conectado este mensaje con el fruto esperado del jubileo en clave diocesana: lo vivido no puede quedar reducido a un recuerdo íntimo o a un símbolo exterior. “Este Jubileo vivido con sencillez y alegría no puede quedarse en un diploma, en un recuerdo agradecido ni en una experiencia íntima”, ha dicho, recordando los encuentros, peregrinaciones y momentos de oración compartidos “en Arantzazu, en Loyola y en esta Santa Iglesia Catedral”.
En la misma línea, ha expresado el envío que brota de la clausura: “Al cruzar la Puerta Santa hemos experimentado que Cristo es verdaderamente la Puerta que abre a la vida, pero hoy, al cerrarla, entendemos con mayor claridad que el camino continúa. Pasamos por ella para salir”: salir al encuentro de quienes esperan una palabra de sentido, de quienes se sienten lejos, cansados o heridos. Por eso, ha resumido: “Nuestro Jubileo es, por tanto, profundamente misionero”.
En comunión con el Sucesor de Pedro: del papa Francisco a León XIV
La celebración también ha tenido una dimensión marcadamente eclesial. Mons. Fernando ha recordado que “el papa Francisco, de feliz memoria, convocó este Jubileo”, y ha añadido que “León XIV lo despide y toma el relevo en la Santa Sede”. Con un tono cercano, ha evocado la alegría del pueblo de Dios al recibir al nuevo Papa, y ha animado a la diócesis a vivir la comunión eclesial con profundidad: “Unidos a él, nuestra Iglesia será cada vez más unida, más sinodal, más Evangélica, más pobre, más comprometida”, recordando también la expresión: “Siempre ‘cum petro et sub petro’ (Con pedro y bajo su custodia)”. Y ha pedido de modo explícito: “No dejemos de colaborar con él y, sobre todo, de orar por él”.

Bajo la intercesión de San Ignacio y Santa María de Arantzazu: oración por las vocaciones
La homilía ha concluido confiando el camino futuro de la diócesis a la intercesión de quienes la acompañan de modo especial. El obispo ha pedido a San Ignacio de Loyola, patrono de la diócesis, ayuda para “seguir encontrando los mejores caminos para aventurarnos en el futuro”, y ha encomendado también a Santa María de Arantzazu que “nos siga acompañando, nos guarde y proteja”.
En ese marco, ha formulado una petición concreta como fruto del jubileo: la oración por las vocaciones. “A la mediación de ambos confiamos nuestra oración por las vocaciones”, ha dicho, pidiendo al Señor que conceda “como fruto de este Jubileo, vocaciones al sacerdocio, a la vida consagrada y a la vida familiar y seglar comprometida en el mundo y en la misión de la Iglesia”.

Una clausura que abre camino
Así, en este domingo 28 de diciembre de 2025, la diócesis ha cerrado sus Puertas Santas —en Loyola por la mañana, y en la catedral por la tarde— no como quien concluye un capítulo sin más, sino como quien sella en el corazón lo recibido para llevarlo a la vida. Exteriormente se cierra una puerta; interiormente, la Iglesia diocesana se reconoce enviada a atravesar “la puerta” de dentro hacia fuera, para seguir siendo, día a día, peregrinos de esperanza.
- 2025-12-28 Clausura del Jubileo en la catedral Descargar
